Iriba, 13 de octubre de 2013
Hola a todos y todas:
Ahora que vais a celebrar el día internacional de lucha contra la pobreza, os voy a contar lo que pasa por aquí. Primero me presento: Soy una vitoriana, Carmelita Vedruna, que vive ahora en el Norte del Chad (África). Trabajo con una ONG llamada JRS que se ocupa de la gente que ha tenido que huir de su país a causa de la guerra, como es el caso de los refugiados sudaneses del Darfour que viven en Chad.
En 2004 estalló un gran conflicto en Darfour y tuvieron que dejarlo todo allí para instalarse en este desierto en el que vivimos. Durante varios años han vivido en tiendas de campaña soñando siempre en que pronto volverían a su tierra, pero como han pasado los años y la cosa aún sigue allí muy mal, han ido construyendo cabañas de barro y paja y se han ido haciendo a la idea de que, de momento, no podrían volver.
Cada mañana salimos hacia los campos un convoy de 15 jeeps, escoltados por militares, ya que en la zona todavía no hay mucha seguridad; atravesamos paisajes muy bonitos, aunque muy áridos pues es una zona del Sahel; nos cruzamos con rebaños de ovejas, de burros y con pastores nómadas montados en camellos. En las fotos hasta os puede parecer muy bonito todo esto y emocionante para hacer un safari, pero os aseguro que de divertido y emocionante tiene poco la cosa.
Llevo sólo dos semanas aquí y hay dos cosas que me han impresionado mucho. Por una parte, esta geografía… No hay nada más que arena. Arena. ¿Os imagináis lo que se puede cultivar ahí? Bueno, pues las organizaciones que se ocupan de los refugiados a nivel de la ONU, como han estallado conflictos tan serios como el de Siria, están reduciendo la ayuda que les daban hasta ahora para comer y les hablan de «autosuficiencia alimenticia», es decir, que tienen que hacer lo imposible por encontrar la comida necesaria para vivir por sus propios medios. Pero eso suena a reírse del personal cuando lo que se ve son campos de arena y algunas hierbitas y algún árbol casi seco. Les dan cada mes una ración con aceite, harina, lentejas y algunos trozos de jabón. Cuando pienso en los equilibrios que hace mucha gente en Europa para no engordar, en los tratamientos que siguen, en las horas de gimnasio que pagan para lo mismo, a ratos me enfado mucho porque es tal la desproporción…, otros ratos sonrío porque pienso que estamos un poco locos.
La segunda cosa que me ha impresionado mucho es ver el estado de las escuelas. La mayoría de ellas son como las casas, de barro y paja. No hay mesas, no hay sillas, no hay libros, no hay, por no haber, ni ventanas. ¿Veis las fotos? Todos están sentados en el suelo, mirando hacia el profesor. No hay sitio para moverse. ¿Os imagináis pasar ahí sentados toda la mañana, con el calor que hace, sin ventanas, sin libros, sin ordenadores, sin biblioteca, sin juegos, sin, sin, sin…? Si queréis puedo seguir hasta mañana escribiendo SIN y es que estoy segura de que no os podéis imaginar lo que viven aquí, hace falta verlo.
Ya llevo muchos años viviendo en África y cada vez que vuelvo a España por las vacaciones, tengo una sensación muy extraña. Algo así como si estuviera soñando al ver lo que veo; o como si estuviera saliendo de una pesadilla y siempre me hago la misma pregunta: «¿pero qué es lo real, esto o aquello?» Diréis que vaya tontería de pregunta, que lo real son las dos realidades, y tenéis razón. Pero os aseguro que no es tan evidente la cosa.
Me gustaría que pasarais un buen rato mirando a esos niños/as y jóvenes, sentados en el suelo no para jugar, sino para aprender y que intentéis imaginar lo que sienten cuando ven en la TV imágenes de cómo vive otra gente, como vosotros/as, por ejemplo. Intentad imaginar cómo se sentirán cuando ven en las películas que a veces les proyectan en los campos, imágenes de comida exquisita, variada, muy apetitosa, cuando ellos comen invariablemente una especie de pan llamado «boule», acompañado con una salsa o lentejas.
Todo esto es muy real, tan real como las ganas que tienen todos estos chavales de salir de los campos, de vivir libres en su país, de poder ir a la Universidad, de tener su propia casa, de no depender de organismos internacionales como la ONU o de ONGs, para organizar su vida.
Me imagino que a vosotros/as también os habrá tocado vivir situaciones difíciles en la vida, seguro, porque las dificultades están en todos los continentes. Desde ahí podréis entender mejor lo que viven los jóvenes de vuestra edad en estos campos de refugiados. Os animo a que no cerréis los ojos ante la pobreza del mundo. A que ni se os ocurra hacer este comentario cuando salen imágenes terribles en la TV «ah!, otra vez lo mismo, ya estamos cansados de ver esto siempre, no se puede ni comer ni cenar tranquilo viendo la TV». No sé lo que podréis hacer a vuestro nivel, pero siempre se puede hacer algo, siempre, siempre. NO cerréis los ojos ni los oídos, todos tenemos derecho a vivir con dignidad.
Un abrazo, Teo
Comentarios recientes