TEO y NISHA son dos Carmelitas – Vedruna
que están en un campo de refugiados en el Chad.
En este día de la campaña contra el hambre quiero publicar esta carta que hace unos días nos envió Teo.
La carta de este domingo llega con mucho retraso, la habéis tenido que esperar mucho pero es que Nisha y yo llevamos dos semanas superocupadas, aquí no se puede parar, siempre hay tantas cosas que hacer…y siempre calculando si nos llegará el dinero para todos los proyectos que llevamos entre manos. Ayer los del ACNUR nos mandaron un correo para anunciarnos una gran reducción presupuestaria. El día anterior habíamos tenido una reunión con ellos y nos habían dicho que el sector educación es el que menos recortes tendría para el 2014, pero el sector sanidad y alimentación iban a sufrir mucho. Yo me pregunto cómo se pueden recortar gastos tan elementales para la vida, pero así es. Ya desde el año pasado están aplicando esta política de recortes y es que estos campos llevan en el Chad ya diez años y es demasiado; es una manera de invitar a los refugiados a volver a su país, el problema es que su país sigue en conflicto en la región del Darfour y ellos no quieren volver hasta que no desaparezca del poder el actual presidente. La cosa no es fácil; como siempre hay muchos intereses económicos por medio.
Estos días hemos vivido al mismo tiempo algo muy triste y muy bonito. El sábado, a las tres de la tarde, me llamó por teléfono el responsable de la comunidad parroquial diciendo que había en el hospital una persona gravemente enferma y quería ver al sacerdote.
Como en el edificio construido en material durable no había sitio, le pusieron en una tienda de campaña de esas de UNICEF. Me impresionó mucho ver allí, en medio de unas sábanas sucias, a una persona en los puros huesos. Pensé que tendría unos 60 años, pero me dijeron que solo tenía 25. Es un joven del sur, de padres agricultores, que se vino al norte a cuidar un rebaño de camellos y ganar algo de dinero para luego comprar tierras en el sur. Total que se puso enfermo y lo dejaron morir de hambre en el desierto, donde cuidaba los camellos. Una persona se lo encontró casi inconsciente y lo llevó al hospital de uno de los campos, pero como estaba muy grave lo trajeron a Iriba. Se encargó de él una persona muy calladita que ha pasado día y noche a su lado, aunque no son parientes, ni siquiera conocidos.
Cuando llegamos, Alain, el joven de 25 años, apenas podía hablar y le preguntamos qué quería; nos dijo que quería recibir el bautismo y que le pagáramos el viaje a su pueblo. Lo repitió dos veces y luego ya no dijo nada más. Yo llevaba mi botella de agua en la bolsa y le bauticé. No decía nada, pero se daba cuenta de todo; al final le dije que nos sonriera un poquito para que pudiéramos contárselo a su madre, ya que hoy era un gran día al haber sido bautizado, y sonrió…
La persona que lo había acompañado hasta Iriba nos contó que había hablado con su madre, pero que no tenía dinero para venir a buscarlo pues ella vive en la capital pero que le había pedido que intentara encontrar dinero para mandarlo cerca de ella. Al día siguiente recogimos el dinero que pudimos para pagarle el viaje, pero cuando llegamos al hospital el médico nos dijo que no podría viajar dado su estado de salud, que primero tenía que comer mucho, que su única enfermedad es que lo habían abandonado en el desierto y lo habían dejado morir de hambre. Así que nos organizamos para darle leche y una papilla muy suave; me impresionó ver con qué avidez bebía la leche, como un auténtico hambriento…
Pero no duró. El martes se murió. Se ha muerto de hambre, con 25 años. Y se ha muerto sin nadie de la familia cerca, aunque los miembros de la comunidad cristiana se han desvivido estos poquitos días para estar con él. A la media hora de estar muerto, el médico nos dijo que lo enterráramos. Yo me quedé asombrada de la velocidad y pregunté si no había manera de esperar un poco pues nos habían dicho que su padre se había puesto en camino hacia Iriba (aunque aún no ha llegado), pero me dijeron que con tanto calor no pueden arriesgarse a guardar un cadáver. Mientras andábamos en estas conversaciones, al lado se murió una joven dando a luz. La gente aquí muere antes de tiempo, demasiado pronto, demasiado injusto…
Bueno, pues mientras unos pocos nos quedábamos con el cuerpo de Alain, otros fueron a cavar la tumba. Yo vi cómo lo lavaban y no abultaba ni la mitad que mi cuerpo, aunque era un joven alto. Lo envolvieron en una sábana vieja y lo enrollaron en una esterilla, ya que no había caja para él, y nos fuimos a enterrarlo. Aquí no hay cementerio, así que hicieron el agujero y allí lo pusimos. Poco a poco nos fuimos juntando en torno al cuerpo de Alain no sólo los poquitos católicos de Iriba, sino también los protestantes. El pastor de estos también estuvo presente e hizo una oración.
Nisha y yo empezamos a buscar alguna flor o alguna hoja para colocarla sobre el montón de tierra, pero no había. Esto es un auténtico secarral. Por fin vimos un arbusto, bastante feo por cierto, pero que era verde y lo cortamos. Hicimos también una crucecita con dos trozos de madera que encontramos en el suelo. Al colocar las dos ramitas verdes (bueno, lo de ramitas es un decir) dijimos que era una manera de hacer presentes a su padre y a su madre que no habían podido estar allí y como ya empezó a oscurecer nos volvimos todos a casa, muy callados.
Ya sabemos que la gente se muere de hambre, pero cuando tienes enfrente de ti a uno y conoces su historia, impresiona mucho. Nos han dicho que muchos jóvenes encuentran así la muerte en el semi-desierto que nos rodea, cuidando camellos o rebaños de burros. Es muy triste ver a morir a alguien de hambre.
Por la mañana yo había ido un rato al hospital para verlo y estaba ya entrando en coma, pero me entendía. Le volví a hablar del bautizo tan bonito que habíamos celebrado con él el sábado, y aunque no articulaba palabra, abría la boca cada vez que yo le preguntaba algo; también le hablé de sus padres, de las ganas que tenían de verle y del equipo de fútbol del Barcelona, ya que llevaba puesta una camiseta del Barça. Yo creo que entendió todo, y bueno, si no lo entendió al menos recibió muchas caricias, aunque su cuerpo ya empezaba a estar muy frío.
Bueno, esta historia ha sido muy triste pero ha sido muy bonito ver cómo la gente se ha movilizado para acompañarlo sus últimos días de vida. El chico que lo trajo del hospital del campo de refugiados, es un auténtico samaritano. No sólo lo acompañó hasta Iriba, sino que se quedó con él durante dos semanas, dejando su trabajo, lavándole la ropa, yendo a buscar agua para él, ya que en el hospital no hay agua. Me encantaba este chico, era muy, muy calladito, pero siempre estaba ahí, al lado de Alain. Yo le pregunté varias veces si era familiar suyo y siempre me respondía igual, que era del Sur y que Alain también lo era.
Bueno, os dejo por hoy. Tenemos que seguir trabajando el proyecto 2014 para todo este campo, hay que hacer milagros para que llegue el dinero. Desde luego, los tíos que mantienen las guerras en el mundo son impresentables, nada de esto existiría si no hubiera guerras.
Un abrazo muy fuerte para todos, con mucho cariño, Teo
Teo es de Vitoria y Nisha es India
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